ARTÍCULO 11 DE LA CONSTITUCIÓN

España presume de ser una democracia moderna, pero sigue atada a conceptos de soberanía y nacionalidad que parecen escritos con pluma de tinta vieja. El Artículo 11 de la Constitución aborda la cuestión de la nacionalidad: quién puede ser español, cómo se adquiere y cómo se pierde. A simple vista, podría parecer un trámite jurídico, una formalidad técnica. Pero detrás late una pregunta esencial: ¿qué significa ser español hoy?

Entre los que agitan banderas con fervor patriótico y los que reniegan del término por considerarlo tóxico, el texto constitucional intenta mantener un equilibrio diplomático. Sin embargo, la realidad actual —marcada por la migración, la doble nacionalidad, la identidad múltiple y el desarraigo— demuestra que esa definición de “españolidad” ya no encaja del todo con el país que somos ni con el que fingimos ser.

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ARTÍCULO 11 DE LA CONSTITUCIÓN

📜 Texto original

Artículo 11 de la Constitución Española:

  1. La nacionalidad española se adquiere, se conserva y se pierde de acuerdo con lo establecido por la ley.
  2. Ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad.
  3. El Estado podrá concertar tratados de doble nacionalidad con los países iberoamericanos o con aquellos que hayan tenido o tengan una particular vinculación con España. En estos mismos países, aun cuando no reconozcan a sus ciudadanos un derecho recíproco, podrán naturalizarse los españoles sin perder su nacionalidad de origen.

Aquí tienes el enlace al texto oficial del Artículo 11 de la Constitución Española, publicado en el sitio web del Boletín Oficial del Estado (BOE):

Este recurso contiene el texto íntegro de la Constitución de 1978, permitiéndote acceder también a los artículos adyacentes y al índice completo.


🟢 Traducción a lenguaje sencillo

Este artículo dice, básicamente, que las normas sobre quién es español las decide la ley. Si naciste español, nadie puede quitarte esa nacionalidad. Además, España puede hacer acuerdos de doble nacionalidad con países iberoamericanos o con otros con los que tenga una relación especial. Si se firman esos acuerdos, los españoles pueden obtener la nacionalidad de esos países sin dejar de ser españoles.


🕰️ Contexto histórico y político

Durante la Transición, España buscaba reconstruir su identidad nacional después de la dictadura, sin caer otra vez en el nacionalismo excluyente. El artículo 11 fue un intento de definir la nacionalidad desde la legalidad democrática, no desde la ideología. También reflejó la voluntad de mantener lazos con América Latina, herencia sentimental del pasado colonial y estrategia política para proyectar influencia en el mundo hispano. En aquel momento, la inmigración apenas era un fenómeno relevante; más bien se trataba de una España que exportaba emigrantes. Nadie imaginaba entonces una sociedad multicultural, con millones de ciudadanos nacidos fuera. Por eso el texto quedó corto: fue diseñado para un país homogéneo que ya no existe.


⚖️ Posibles interpretaciones o debates

El principal debate gira en torno a la doble nacionalidad y a la idea de quién puede “ser español” en pleno siglo XXI. Las leyes actuales permiten la doble nacionalidad con países iberoamericanos, pero no con la mayoría de europeos o africanos, lo que revela un sesgo histórico más emocional que racional. También existe controversia sobre la “nacionalidad de origen”: los hijos de inmigrantes nacidos en España no la obtienen automáticamente, lo que crea ciudadanos de segunda durante años. Y, mientras tanto, algunos políticos agitan la palabra “español” como si fuera un carné moral, otorgado según la ideología o la bandera que uno ondee. La Constitución quiso proteger una identidad común; la política actual la usa como arma.


🔍 ¿Se cumple hoy en día? (reflexión crítica)

Formalmente sí: nadie pierde su nacionalidad de origen y las normas legales funcionan. Pero en la práctica, la noción de “ser español” está fragmentada. Los inmigrantes que trabajan, pagan impuestos y crían hijos aquí siguen sin reconocimiento pleno durante años. Los jóvenes nacidos en España de padres extranjeros viven atrapados entre burocracias que no los reconocen del todo. Mientras tanto, los descendientes de españoles en Latinoamérica pueden obtener el pasaporte con relativa facilidad, incluso si nunca pisaron el país. Se protege más la nostalgia que la convivencia real. España ha avanzado en tolerancia formal, pero no en empatía cultural: seguimos confundiendo ciudadanía con pedigrí, y Constitución con aduana.


La opinión de SOY UN PENSADOR LIBRE

Cuando leo este artículo, me pregunto qué significa “ser español” en un país que aún mide la identidad por el lugar de nacimiento y no por el compromiso con su comunidad. Hemos hecho de la nacionalidad un título nobiliario, no un proyecto común. Se otorga por herencia, no por mérito ni por convivencia. Y, paradójicamente, quienes más gritan “¡Viva España!” son a menudo los que menos entienden lo que debería significar.

Ser español no debería depender de papeles, sangre o apellidos, sino de participar en la construcción de una sociedad libre, justa y solidaria. Pero eso exige algo que ni la ley ni el artículo 11 pueden garantizar: madurez cívica. Mientras no la tengamos, seguiremos siendo un país que confunde identidad con frontera y Constitución con catecismo patriótico.


Crítico, riguroso y libre. Aquí no se aceptan verdades impuestas ni filtros oficiales. Pensar es resistir. Sigue leyendo, cuestiona todo y construye tu propia visión, sin ideologías ni censura. Bienvenido a «Soy un pensador libre»

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